Un problema que cada vez más enfrenta América Latina es la creciente cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan, los llamados Ninis. Pero es errado pensar que su surgimiento es consecuencia de la incapacidad del mercado laboral para absorberlos o del sistema educativo primario y secundario para retenerlos, sino que también tendríamos que empezar a considerar a la Universidad en América Latina como una fabrica de frustraciones y Ninis.
¿Por que esta aseveración? Si pensamos que en países como Argentina un porcentaje muy pequeño de estudiantes logra titularse, quedando más del 70% en el camino o en México, donde el ingreso a la educación universitaria se restringue a una cantidad de cupos previamente establecidos por cada Universidad haciendo que muchos queden fuera de antemano, mientras que en Chile, cerca del 30 o 40% deja la universidad, estamos en frente a una potencial fábrica de Ninis, la Universidad en América Latina
Este escenario es posible por el hecho de que la Universidad en América Latina es una institución que por lo general ha vivido encapsulada y que muchas veces ha sido incapaz de poder adaptarse a los cambios sociales en la velocidad que exige la coyuntura. Este enquilosamiento, el cual ha sido evidente en las últimas décadas, se ha hecho notorio como consecuencia de la revolución de expectativas surgida en la segunda mitad del siglo XX, la que transformó a la Universidad en una escalera hacia el progreso, una postura lógica si la pensamos que la Universidad en América Latina es una hija directa del positivismo.
Pero esto trajo un efecto no deseado, que todos los que entran podían cumplir con las expectativas, pero tenían la salida al mundo laboral. Pero hoy, donde el desempleo juvenil es casi estructural, podemos pensar a la Universidad en América Latina como una fábrica de Ninis. El debate queda abierto.